- Pues tuve una suerte enorme. Ponía una moneda y ganaba; ponía otra moneda y ganaba y así estuve un montón de horas…
- ¡Lo que no sé es qué hacer con tantas latas de Coca Cola!
Adicción al Bingo
10 señales claras de que eres un adicto al bingo online:
1. El soporte de bingo es quien te llama para pedirte ayuda.
2. Cuando un amigo te cuenta un chiste divertido respondes en alto “LOL”.
3. Si entras a una sala en la que hay más de 23 jugadores, preguntas a Dirección cuál es el tamaño del bote.
4. Conoces los quehaceres diarios de tus amigos de bingo online mejor que los de tu esposa.
5. Cuando te preguntan “¿Qué has dicho?”, cantas “¡Bingo!”.
6. Te cambias tan a menudo de nickname que siempre acabas entrando a tu perfil de bingo para averiguar quién eres.
7. Antes de entrar a jugar al bingo, te preparas la tartera, la linterna y la tienda de campaña.
8. Dedicas más tiempo despidiéndote de tus amigos del bingo al salir de un juego de lo que harías con tus amigos de la vida real al despedirte tras una cena.
9. Has animado a tu psiquiatra a jugar al bingo online y te hace la terapia a través de las salas de chat privadas del bingo.
10. Has escrito en la matrícula de tu coche tu nickname de bingo.
Apuestas de caballos
Un hombre después de un arduo día de trabajo se sentó en la mesa en la cocina de su casa donde esperaba disfrutar de su cena. Pero en lugar de una deliciosa cena, el hombre recibió un golpe en la cabeza con un sartén.
“¿Qué fue eso?” le preguntó a su esposa.
“¿Que, qué fue eso? Eso es por la Dulce María Luisa que encontré en una nota en los bolsillos de tus pantalones ayer cuando lavaba la ropa,” replicó la mujer.
El hombre se explicó: “La semana pasada fui a las carreras y Dulce María Luisa era el nombre del caballo por el cual aposté”.
Satisfecha con la explicación, la mujer sirvió la cena a su marido y disfrutaron de la tarde juntos.
Una semana más tarde el hombre volvió a sentarse en la misma mesa y esperaba recibir la misma deliciosa cena, pero en lugar recibió el mismo golpe en la cabeza con el sartén.
“¿Qué fue eso?” preguntó el hombre.
La esposa le respondió: “Tu caballo te llamó por teléfono”.
La propina del croupier
En un exclusivo casino de Las Vegas, un croupier de blackjack y un jugador se ponen a discutir sobre las propinas, y sobre si es necesario darle propina a los croupiers.
El jugador razona, “El croupier no tiene la culpa de que me toquen malas cartas del mismo modo que tampoco es responsable de que me toquen unas buenas. Así que ¿por qué debería darle una propina si es en ambos casos es todo una cuestión de suerte?
El croupier le responde, “¿Le da usted propina al camarero cuando va a cenar a un restaurante?
“Sí”, contesta el jugador.
“Pues por esa misma regla de tres tengo razón”, dice el croupier.
“Sí”, contesta el jugador.
“Pues por esa misma regla de tres tengo razón”, dice el croupier.
¿Por qué? Pregunta confuso el jugador.
“Bueno, un camarero le sirve la cena y no ha sido él quien la ha preparado. Por eso, la calidad de la cena no influye en nada para que el camarero reciba o no una propina. Yo le reparto a usted las cartas de la misma manera, por eso debería usted darme una propina”.
“Bueno, un camarero le sirve la cena y no ha sido él quien la ha preparado. Por eso, la calidad de la cena no influye en nada para que el camarero reciba o no una propina. Yo le reparto a usted las cartas de la misma manera, por eso debería usted darme una propina”.
“Supongo que tiene usted razón”, confiesa el jugador, “pero el camarero me trae lo que yo le pido, así que si es usted tan amable, deme una Reina”.
Equipaje liviano
Una mujer llama por teléfono a su esposo desde el casino y le dice emocionada: “¡José, haz las valijas, acabo de ganar el premio mayor en las tragamonedas!”. “Genial – responde José – ¿Qué empaco, la ropa de invierno o la de verano?”. Con más emoción aún su esposa le responde: “¡Toda tu ropa! Te quiero fuera de casa para el mediodía”.